De las muchas profesiones que existen, habrá con toda seguridad varias que sean muy poco o nada conocidas, y por tanto comprendidas, por la sociedad. Al menos, en la de nuestro país, y tengo la certeza de que una de ellas es la nuestra, la geología.
Llevo muy poco tiempo haciéndome llamar geólogo pero pese a ello, de un tiempo a esta parte y por multitud de razones, he llegado a reflexionar sobre ciertas cuestiones en lo referente a este nuestro oficio y en muchos casos pasión. Y las conclusiones a las que he llegado son rotundas y me preocupan: la geología, necesita de forma urgente e innegable una dignificación. Necesita que se la conozca. Necesita que se la reconozca. Que se la respete. A ella, y a los que nos dedicamos a ella. Y hablo honestamente cuando digo que me bulle la sangre al meditar sobre lo que deseo plasmar aquí, pues los niveles a los que esto es necesario son múltiples.
La gente se lleva las manos a la cabeza cuando oye hablar de prospecciones petrolíferas, de la apertura de una mina en algún lugar cercano, o de la existencia de una cantera. No hay duda, y esto también es innegable, de que todas estas actividades y muchas otras equivalentes generan un impacto directo e inevitable sobre el medio natural, así como implican riesgos que suponen impactos indirectos.
Esta opinión tiene raíces complejas, y seria tedioso de analizar en profundidad. Sin embargo, mi opinión es que ese origen se resume en el profundo desconocimiento por parte de la sociedad de varios elementos; del origen de los materiales con los que hemos construido nuestro mundo, de lo necesario de estos, o de que el daño de estas actividades está en obrar con irresponsabilidad (y de que los accidentes existen).
En cuanto al primero. ¿Acaso salen los objetos y sustancias que usamos en nuestra vida diaria de la nada? La respuesta, como es lógico, es que no. Las pastas de papel de nuestros libros, las bombillas, la suela de las zapatillas de estar por casa, los adoquines de nuestras aceras, los ladrillos con los que construimos nuestros edificios, los cristales de las ventanas, y una lista interminable de objetos más o menos sofisticados son creados a partir de materiales geológicos.
Pongamos el ejemplo de la bombilla; los filamentos del tubo fluorescente en una bombilla de bajo consumo, elaborados con wolframio, uno de cuyos orígenes es un wolframato de calcio denominado scheelita; la ampolla, de vidrio, que es fabricada esencialmente a partir de sílice obtenida tanto a partir del abundante cuarzo (SiO2), como de otros minerales tales como feldespatos; los casquillos, de elementos metálicos conductores, aleaciones de Fe, Cu, Ag, y otros elementos obtenidos también a partir de multitud de minerales. Otro ejemplo; los simplísimos cables de cobre que transmiten la electricidad en nuestros hogares, donde uno de los principales orígenes de este cobre en el mundo, se encuentra en los pórfidos cupríferos (inmensas moles parecidas a los granitos) de los andes chilenos. O las arcillas con las cuales se elaboraba en tiempos el adobe, y en la actualidad el ladrillo, y muchos otros productos de cerámica. Por no mencionar la omnipresencia de productos elaborados a partir de subproductos que resultan en refino de los hidrocarburos. Y lista podría seguir, y seguir, y seguir, y seguir. Sin embargo nadie es consciente de esto.
Para la obtención de los materiales es necesario llevar a cabo trabajos de extracción, en los cuales el geólogo tiene un papel fundamental. ¿Quién sino puede decir donde encontraremos, hablando rápidamente, un determinado tipo de roca -litología-?
Hablaba antes de la necesidad de los materiales geológicos. Necesarios, sí, en el mundo que hemos construido. Si por motivos cualesquiera nuestra sociedad hubiera desarrollado una tecnología basada en la biología (quien sabe si en otros mundos, otras civilizaciones, han podido hacer esto), no necesitaríamos los materiales geológicos; cultivaríamos todas nuestras necesidades. Por supuesto esto plantearía muchas otras cuestiones, que se escapan a la discusión.
No defiendo ni apoyo las atrocidades e irresponsabilidades que se han cometido en el mundo de la minería, o en el turbulento mundo de los hidrocarburos. Estas son fruto de los recovecos de la economía, la política mundial, el miedo de los famosos inversores, y se escapan al hecho base y que es el que trato de transmitir aquí; los materiales geológicos son fundamentales en nuestras vidas, los geólogos participamos en su obtención, y ella es una actividad como la más digna.
Y de la misma forma que el medio es alterado para obtener estos recursos, tras el proceso, los entornos naturales pueden ser recuperados. De hecho, han de ser recuperados pues es ello lo que marca tanto la legislación, como el sentido común. Es imposible devolverlos al estado exacto en el que se encontraban. Pero pueden construirse y se construyen paisajes que sean estables, que se correspondan con lo que la naturaleza habría generado allí. Paisajes en los que vivan los mismos seres vivos, y más aún, que los que habitaban antes de una explotación.
Pero todo esto, al igual que antes, es desconocido por nuestra sociedad. Y de ahí la demonización. De ahí que nadie sepa a lo que se puede dedicar un geólogo.
Que quede patente que con esta declaración no quiero decir que los recursos naturales estén ahí para ser usados. No, ni mucho menos. Los recursos naturales, bien sean los paisajes, los lagos o los ríos, o las rocas y los minerales, etc. están ahí, sí, y nosotros los usamos, los hemos usado siempre (en esencia, es circunstancial que les hayamos encontrado aplicaciones), para construir nuestro mundo. La razón de que hayan surgido problemáticas ambientales, y el consecuente impacto social, emana del crecimiento desmesurado de nuestra población y de la complejidad de nuestra sociedad, que ha llevado al uso masivo de los recursos sin en muchos casos planificación alguna. Pero la utilización de los recursos no es incompatible con el cuidado a nuestro ambiente. Desgraciadamente, y ahí está el problema, esto requiere voluntad, y peor aún, dinero, un parámetro sin el cual no es entendible el mundo en el que vivimos desde hace cientos de años. Y menos, por supuesto, el triste mundo de consumo en el que vivimos actualmente.
Como decía antes, pocos saben a lo que se dedica un geólogo, e incluso, muchos de los propios geólogos lo desconocen. Muchos de aquellos que han pasado toda su vida investigando y aprendiendo (y habla alguien que quería dedicarse a esto), también desconocen la labor del geólogo como técnico, como currante. Y esto no ayuda a que, cuando llega la hora de contar a los demás a que se dedica uno, mejore la imagen de la geología. -¿Y tú, a que dedicas?-Estudio la evolución del metamorfismo en el Orógeno Hercínico. Pese a lo fascinante de este tema, y a las implicaciones que tiene para un geólogo, esto no significa nada para el público. No es capaz de otorgarle al geólogo una posición de importancia ni dentro de la ciencia pura, por desconocimiento de la geología, ni dentro de su trabajo como técnico, por desconocimiento de sus funciones.
No es tampoco mi intención infravalorar la profesión de investigación. Dentro de ella se abarcan tanto temas aplicados e interesantes, como temas, como siempre digo, y lo siento por aquel a quien no le guste escucharlo, inútiles pero fascinantes. Yo mismo, como he dicho, deseaba dedicarme a ellos.
Sin embargo, tener la oportunidad de ver otros aspectos creo me ha proporcionado algo de perspectiva, y me ha permitido reflexionar acerca de ello.
Como manifestaba al principio, la geología necesita una dignificación. La sociedad necesita conocer la geología como ciencia, y los increíbles temas que aborda y abordará en un futuro; la reconstrucción de la geografía, el clima y la fauna de la Tierra a lo largo de las eras, el tiempo que esperan los magmas en los volcanes antes de entrar en erupción, los movimientos en masa de los fondos marinos, la evolución de las fallas en los límites de placa, la geología de la Antártida, o la historia y la dinámica de la geología en otros mundos (mi tema predilecto). De la misma forma, la sociedad necesita conocer la geología como herramienta que nos permite obtener los minerales metálicos, no metálicos, y materiales de construcción usados en nuestras vidas; que nos permite extraer, sí, los tan traídos y llevados hidrocarburos; que nos permite evitar, controlar, y paliar la contaminación de nuestras aguas a través de la hidrogeología; que nos permite minimizar los riesgos en la construcción (y después) de nuestras edificaciones mediante la geotecnia y la planificación territorial, etc.
Escribo esto con las botas de geólogo puestas, de forma literal y figurada, y llamo a todos, tanto a los de mi mismo oficio como a los demás, a que piensen en estas cuestiones.
En un mundo en un estado como en el que se encuentra hoy día, reflexionar es posiblemente una de las mejores ideas.